diumenge, 17 de maig del 2020

LA CAYETANA

Quan jo era petita tenia una nina que es deia Cayetana. Ves quin nom de nina! És l’única personeta que he conegut amb aquest nom al llarg de la meva vida. Tenia els cabells rossos i era alta, molt prima i molt morena, una mena de Barby antiga. Era inflexible, ni cantava ni plorava, no se li donava corda per fer res i semblava un pal d’escombra, però jo me l’estimava!

Els meus fills també hi van jugar i, naturalment, la van acabar de destrossar. La meva pobra nina tenia un ull a la virulé, li faltaven cabells, un dit, un bocí de nas i la roba estava tota esfilagarsada. La vaig mantenir fins no fa pas gaire, però un dia vaig pensar que havia de passar pàgina, que si el nom de Cayetana ja no circula pel meu entorn a hores d’ara, ja no ho farà. 

I ara resulta que és un nom molt habitual al barri de Salamanca de Madrid, perquè fins i tot de la manifestació de protesta que acaben de fer se’n diu la Mani de los Cayetanos. Deu ser que dir-se així és molt xupiguai. Pobrets, estan cansats de ser a casa. Ja em sap greu! 

El Barri de Salamanca, que es diu així en honor al seu constructor, José de Salamanca, ha estat tradicionalment de la dreta més dretana, i ara han dit prou, sobretot perquè és una gent que està acostumada a manar. Des de la Reconquista que manen! És molt dur no poder anar a la Sierra!




🎦  DEL ROSA... AL AMARILLO, de Manuel Summers
Espanya, 1963, Concha de plata del festival de Sant Sebastià.

Dues històries d’amor. Un primer enamorament, el color rosa, amb dos nens de la mateixa colla que juguen al barri de Salamanca de Madrid. I una parella de vells en una residència, el color groc. Dues etapes de la vida. 
Tot i que es tracta de cinema dels anys 60 és interessant per conèixer l’estil de vida dels joves d’aquell temps, salvant el barri, naturalment!






Ai aquells ulls de cristall
de les nines oblidades
en el fons del fons del mar!
Ai aquell cementiri de coral
ple de joguines de nàufrags!

Josep M. de Sagarra (Àncores i estrelles, 1936)






2 comentaris:


  1. Aquellos años vienen los recuerdos Ció, con tú nina "La Cayetana", trae a mi muñeca, alta y delgada, también, rubia cómo la tuya, de blanca tez, se ha asomado de nuevo, cuando se quedó atrás, ha vuelto para dejar constancia de un ayer infantil..
    Mi madre le hizo un vestido igualito a uno que me había hecho a mí. De color blanco, su fondo, con tonalidades marrones y naranjas. A ella lo hizo corto, y a mí, más largo de la rodilla, de manga tres cuartas y escote redondo con cuello doblado hacía abajo. Por detrás los dos, tenían una cremallera tan ajustada, qué no sé ni cómo se llegaba a poner.
    Pasaron los años, y la veía colocada encima de una funda de lana rosa y blanca, hecha a ganchillo. Algo raro, porqué el ganchillo no era su fuerte.
    Años fueron pasando y allí estaba, cuando llegaba a casa, en la habitación de invitados.
    Pero, las tres niñas que llegaron más tarde a la familia, todas la querían. Solo una, parecía más delicada, pero siempre tenía una Barbie para jugar con ella. A mi muñeca, la miraba, y decía. ¡Es tonta, no se mueve ni habla ni se la puede sentar! Yo le decía, "pues, anda qué la Barbie qué tienes en las manos, poco más puedes hacer con ella, tampoco habla y para sentarla, la tienes qué ayudar, entonces no te quejes tanto, si no quieres jugar con ella, déjala tranquila, ahí medio echada, descansando y mirando cómo le haces las mil y una a tu muñeca favorita".
    Pude descubrir un día, qué había cogido mi muñeca, que nombre ni tenía. La había quitado el vestido y la pobre, daba pena verla sin nada puesto.
    Después de dejarla sin ropa, ya no le gustó y la tiró al suelo. ¡No se rompió de puro milagro! A mí, se me saltaron las lágrimas, de la impotencia ya, qué mi muñeca no era mía, había cambiado de dueña. Por decisión de mi madre, no mía, claro está.
    La segunda qué se acercó, era de otra manera, no le gustaban las muñecas, prefería jugar con los niños, y sus coches y piezas a montar. Era diferente, más tranquila si cabe.
    Al cabo de dos años más, llegó el bicho de la casa, era mala de atar, y todo lo que tocaba, desaparecía. Acababa roto en mil pedazos y ni pizca de sensibilidad tenía.
    Un día, estuvo a punto de tirarla por la ventana hacía un patio interior qué había en mi casa de la infancia. No le dio tiempo, justo entré y se quiso esconder para no ser regañada. Pero descubrí sus malas artimañas. ¡Era de tal manera, qué hasta las mentiras... salían corriendo al verla, la temían por su maldad extrema!
    Un buen día, descubrí donde estaba todo lo qué, pedazos y trizas dejaba escondido bajo la misma cama de mi muñeca en una caja grande de botas altas. Allí, estaban todos los trozos de juguetes y muñecas partidos por la mitad. Y, en uno de los rincones de la misma caja, pude ver uno de los dedos de la mano derecha qué le faltaba hacía ya unos días. ¡Nunca sabía nada, su maldad, no le dejaba tregua!
    Al verlo, lo cogí y llevé al comedor para enseñarlo. ¡Cuando su madre lo vio, dijo... "mira, anda ahí tienes a tu muñeca compuesta y entera, ves al final, si ella no había sido, seguro que tú la rompiste y para hacerla rabiar la escondiste! Menos mal que no fui la única que lo había visto y tenía un testigo veraz. Eso me salvó de un buen tortazo, a mis años ya crecidos...
    A eso qué, la rabia contenida de su madre se unió a la de esa bicha mala de atar, y entre las dos, cogieron mi a mí muñeca, entre tira de aquí y tira de allá, total qué al final, acabó hecha trizas, cómo todas las muñecas que se le había regalado en ocasiones anteriores. Las dos, en plena lucha, para ver quién demostraba más maldad, se dejaron ver sus malas intenciones, una vez más.
    Esa tarde, todo fue tan diferente, qué deshizo el encanto de un sábado de fin de semana, de uno de los tantos inviernos qué las teníamos en casa cada día, turnarte largos meses y años que fueron yendo a merendar y cenar.
    Al final, tuve que dejar atrás a mí querida muñeca con su vestido igual que el mío y pasar página, con todo el dolor de mi corazón.
    Un abrazo grande,

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  2. Pili, tu també has de passar pàgina! Una abraçada.

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